HECHO RELIGIOSO. LO SAGRADO, EL MISTERIO, LA ACTITUD RELIGIOSA, EXPRESIONES DE LA ACTITUD RELIGIOSA, LOS ACTOS RELIGIOSOS.
HECHO RELIGIOSO
HISTORIA DE SU
DESARROLLO Y PRINCIPALES
REPRESENTANTES
El termino ≪fenomenología≫ aplicado al estudio de la religión, se
refiere, en general, a un método de interpretación del hecho religioso que se
distingue por su pretensión de totalidad estudia el hecho religioso en todos
sus aspectos y por tomar como punto de partida para esa interpretación todas
las posibles manifestaciones del mismo a lo largo de la historia. Históricamente,
el término aparece en la ciencia de las religiones antes de que Husserl explicitara
su comprensión técnica del mismo. El primer proyecto de fenomenología de la religión
aparece en la primera edición (1887) del célebre Manual de historia de las
religiones, escrito por P. D. Chantepie de la Saussaye Se propone lograr una definición
no apriorica de la religión a partir de la cual pueda sistematizar los datos de
la historia de las religiones sin imponerles otro orden que el que se destaca
de los datos mismos. Para el, la fenomenología de la religión constituye una
parte de la ciencia de las religiones que se sitúa entre la historia de las
religiones y la filosofía de la religión. Esta se divide a su vez en metafísica
de la religión y psicología de la religión, mientras la historia de las
religiones tiene como partes principales la etnografía y la historia
propiamente dicha. El objeto de la fenomenología son las religiones de la
tierra como concreciones históricas de una religión presente en todas ellas. Desde
esta comprensión de la fenomenología, Chantepie establece una clara clasificación
de las manifestaciones religiosas en torno a tres apartados principales: el culto, la doctrina y las costumbres.
Chantepie procura constantemente agrupar y clasificar los hechos que describe y
se mantiene cuidadosamente en el plano descriptivo, evitando, con una actitud
de gran reserva, los juicios de valor. La obra de Chantepie de la Saussaye
constituye el umbral de una nueva fase o de una nueva forma de ciencia de las
religiones. El nombre de fenomenología de la religión vuelve a aparecer en el ensayo de sistematización
de la ciencia de las religiones propuesta por otro historiador holandés, C. P.
Tiele. Pero tal vez el continuador inmediato más importante del proyecto de
Chantepie sea E. Lehmann en un artículo sobre el mundo de las manifestaciones
de la religión. Posteriormente la fenomenología de la religión se va a
desarrollar en dos direcciones principales: la primera y más importante se sitúa
en continuidad con la ciencia de las religiones del periodo anterior y, más concretamente,
con la historia de las religiones; la segunda comprende una serie de autores procedentes
del campo de la filosofía o de la teología, y que, de forma más o menos
expresa, trataran de aplicar al estudio de la religión el método fenomenológico
elaborado por Husserl y su escuela. El representante más destacado de esta
segunda corriente es Max Scheler, pero su obra se sitúa más en el campo de la filosofía
de la religión que en el de la ciencia de las religiones, y por eso no nos referiremos
a él en nuestro estudio. También suele presentarse como influida por la fenomenología
husserliana, aunque solo de una forma indirecta, la obra de R. Otto sobre Lo santo,
de la que nos ocuparemos ampliamente en los capítulos siguientes. Como paso de
la historia de las religiones de la época anterior a la nueva fenomenología de las
religiones podemos destacar la obra histórica de N. Soderblom. Parte del
convencimiento que Max Muller había expresado en su célebre frase ≪quien no conoce mas que una religión, no
conoce ninguna≫; más
aún: para él, el único medio de llegar a un conocimiento profundo de la propia religión
es el conocimiento de las demás religiones; y, dado que las religiones son
todas positivas, ya que la ≪religión natural≫ no existe más que en la mente de los filósofos de la Ilustración,
se hace imprescindible el estudio de la historia de todas ellas y de sus múltiples
manifestaciones. Por eso Soderblom pretenderá sustituir la ≪teología natural≫ por la historia de las religiones como
camino hacia el conocimiento y el estudio de la religión. Pero una serie de
rasgos presentes en sus estudios históricos nos permiten ver en él un inmediato
precursor de la fenomenología de la religión. Entre ellos podemos destacar su interés
por obtener una tipología de las múltiples manifestaciones religiosas y su afán
por llegar a la comprensión del núcleo esencial de todas esas manifestaciones,
desde el cual estas se dejan comprender como religiosas y que permite ordenarlas
en una línea de evolución coherente. Con Joachim Wach entramos ya en la época
de la fenomenología de la religión en el sentido más propio. Destacan sus
estudios de orden metodológico, y su aplicación del método fenomenológico al
aspecto social de la religión en su excelente Sociología de la religión. En relación
con el primer punto, Wach llega a la elaboración de un método enteramente
semejante al de la fenomenología, a partir sobre todo de los supuestos de Dilthey.
Como este, Wach considera la historia como historia del espíritu humano en las
diferentes formas de la relación con el mundo surgidas de las diferentes
intenciones humanas. Para Wach la ciencia sistemática de las religiones es una
ciencia descriptiva, frente a la filosofía y la teología, a las que concede
alcance normativo. Pero su carácter de descriptiva no priva a la ciencia de las
religiones de toda capacidad de justificación de lo religioso. Con sus precisiones
metodológicas nos ha introducido de lleno en la descripción sistemática del
método fenomenológico. La obra más importante de G. van der Leew es una Fenomenología
de la religión que ha sido considerada durante muchos años como la obra clásica
de referencia para los estudiosos del
fenómeno religioso, teólogos y filósofos
de la religión". Bastantes años antes de que apareciese la fenomenología
de la religión había publicado van der Leeuw una Introducción a la
fenomenología de la religión, donde exponía los fundamentos metodológicos y un resumen
de los puntos centrales de su fenomenología. La consideración fenomenológica se
caracteriza, en oposición a la explicación causal que persigue la ciencia, por
buscar la especificidad de un hecho a partir de sus manifestaciones históricas.
La fenomenología, precisa van der Leeuw, no se contenta con la simple enumeración
empírica de los hechos, pero tampoco busca fundamentar la verdad de los mismos.
La fenomenología se caracteriza por ser una ≪ciencia comprensiva≫ que busca la significación de los mismos
hechos religiosos cuya evolución histórica estudia la historia de las
religiones. El esquema de que se sirve para estructurar las múltiples
apariciones religiosas es muy simple: en la primera parte estudia el ≪objeto≫ de la religión, es decir, algunas de las manifestaciones
de su término. En la segunda, el sujeto de la religión, es decir, el hombre religioso
y sus diferentes figuras individuales y sociales. En la tercera, la relación
entre el objeto y el sujeto religioso, expresada en los actos externos e
internos. Los apartados siguientes: el mundo, las figuras y los fundadores se
integran difícilmente en el esquema general y constituyen en buena medida un
intento de tipología de las religiones a través de la sistematización de
algunas de sus manifestaciones. Por otra parte, el esquema seguido por este
autor es tan simple que resulta incapaz para organizar el cumulo de materiales
que contiene. Por eso la obra produce la impresión de simple colección de
datos.
Entre los fenomenólogos de la religión de
habla alemana destacan Fr. Heiler, G. Mensching
y K. Goldammer. Sin que pueda hablarse de
que formen una escuela común, existen entre ellos afinidades suficientes para
que nos refiramos a los tres en un mismo apartado. Su comprensión del hecho
religioso parte, de forma más o menos explícita, de la descripción de lo
sagrado propuesta por R. Otto. Para estos tres autores, lo sagrado parece ser
el término del acto religioso, y por eso aparece en ellos como una forma
imprecisa de configuración de lo divino. Tal identificación produce en sus
obras una cierta ambigüedad cuando se trata de definir la estructura del hecho
religioso y de clasificar o tipificar sus diferentes manifestaciones históricas.
En la obra fundamental de G. Mensching m cabe destacar su intento de clasificación
de los hechos descritos por la historia de las religiones y la consiguiente tipología
de las religiones que antecede a su descripción y comprensión de lo religioso
realizadas a partir de una descripción de lo sagrado en la que prevalece como
originaria la idea de la potencia. En este libro reaparece una preocupación
frecuente en la obra de Mensching: la de la tolerancia y su conciliación con la
pretensión de absolutez de determinadas religiones. En círculos concéntricos,
Heiler va describiendo los diferentes aspectos del hecho religioso agrupados
sucesivamente en el mundo de las manifestaciones, el de las representaciones y
el de las vivencias religiosas, hasta llegar al centro de todos ellos
constituido por el ≪objeto≫ de la religión: lo divino en sus formas originarias de revelación
y en su condición de misterio inefable. Tal vez pueda reprocharse al intento de
Heiler el que, a pesar de estar apoyado en datos procedentes de la historia de
las religiones, no tenga en cuenta el carácter histórico de los mismos y el
significado diferente que esos datos adquieren por el hecho de pertenecer a religiones
procedentes de distintas épocas, y, sobre todo, el que siga presentando frecuentemente
lo sagrado como objeto de la actitud religiosa ≪anterior≫ de alguna manera a la aparición de lo
divino. K. Goldammer ha criticado en su intento de fenomenología de la religión
el aspecto poco elaborado que presentan los datos en los ensayos anteriores al
suyo. Para escapar a este peligro insiste en el suyo en las conexiones que
presentan los materiales mismos de la historia de las religiones sobre los que
trabaja la fenomenología. La lectura de su valiosa obra permite dudar de que el
mismo haya superado la crítica que dirige contra sus predecesores. En el ámbito
anglosajón, la ciencia de las religiones ha seguido siendo cultivada en un sentido
semejante al de la fenomenología de las religiones con el nombre de Comparative
Religión". Como representante del mismo podemos referirnos a Ed. O. James,
cuya citada
Introducción constituye en realidad una síntesis
muy conseguida de fenomenología de la religión Esta se distingue por una relación
más estrecha con la historia de las religiones y una organización más sistemática
de los datos que ofrece. En ella podemos seguir el desarrollo del hecho religioso
y sus manifestaciones históricas más importantes. Los aspectos fundamentales
de la actitud religiosa —pecado y expiación,
sacrificio, adoración, inmortalidad— son estudiados con una referencia especial
a las grandes religiones. La fenomenología de la religión de Geo Windengren,
profesor de historia de las religiones en Upsala, constituye una difícil síntesis
entre la fenomenología de la religión elaborada en la más estrecha relación con
la historia de las religiones y la preocupada sobre todo por sistematizar temáticamente
la mayor cantidad de datos procedentes de la historia de las religiones, pero
tratados sin perspectiva histórica. Por último,
es preciso observar que, siendo cada vez más imprecisas las fronteras que separan
la historia de las religiones de la fenomenología de la religión,
particularmente cuando la primera se elabora con un método marcadamente fenomenológico
y la segunda se establece en estrecha comunicación con los datos históricos,
muchos estudios de historia de las religiones constituyen en realidad una aportación
inmediata a la fenomenología. Tratado de historia de las religiones de Mircea
Eliade. Este tratado constituye, en realidad, una interesante descripción de la
estructura y la morfología de lo sagrado en sus apariciones objetivas y ofrece así
una nueva forma de sistematización de los datos procedentes principal aunque no
exclusivamente de las religiones primitivas, la obra de M. Eliade es un intento
muy conseguido de descripción del fenómeno religioso, aunque limitada a sus manifestaciones
objetivas designadas con el término de hierofania: es, pues, una verdadera fenomenología,
aunque ciertamente parcial de la religión.
EL HECHO RELIGIOSO
El hecho
religioso es una parte de la historia humana porque es una parte irrenunciable
de la personalidad del hombre. Existe un dato empírico. Allí donde se encuentra
actividad humana, por primitiva que esta sea, se encuentra el hecho religioso. Desde
los albores de la civilización, la religión ha jugado un papel importantísimo
tanto en la vida privada de las personas como en el conjunto de la sociedad. En
tiempos prehistóricos, los restos de pinturas de animales en cuevas del Paleolítico,
por ejemplo, nos sugieren rituales religiosos que pudieron haber sido
utilizados para asegurar el éxito en las cacerías. Una necesidad similar de
invocar un poder sobrenatural se sentía en las comunidades agrícolas
posteriores, cuyos rezos y rituales estaban encaminados a asegurar una cosecha
abundante o lluvias suficientes para que la tierra fuese fértil. La religión se
preocupa de los hechos fundamentales de la existencia humana, planteando cuestiones
y temas cruciales como la creación del mundo, el significado de la vida, la
vida después de la muerte, el comportamiento ético y la felicidad personal. La religión
no ha sido nunca un asunto meramente cerebral, preocupada solo por ideales
abstractos. Ha sido, y sigue siendo, la savia vital de las sociedades de todo
el mundo, proporcionando a los pueblos rituales de gran significado, festivales
coloristas y peregrinajes a lugares sagrados, alguno de los cuales serán materia
de explicación en este curso. Aun cuando la religión posea su lado oscuro y
pueda usarse para apoyar la intolerancia y el nacionalismo desenfrenado, su
capacidad para inspirar actos de solidaridad y grandes obras de arte no tiene
rival. Manuscritos iluminados, música, pintura, estatuas, poesía, mezquitas, catedrales
y templos son solo algunas de las cotas más altas de la civilización. A lo
largo de este curso se presentaran las grandes creencias del mundo actual y del
pasado y se explicara como surgieron estas religiones, como se desarrollaron y
cuales son sus ritos, rituales y creencias básicas. Haremos especial hincapié
en la concepción de divinidad que tiene cada una y sus relaciones con ella, sus
fuentes sagradas y sus prácticas religiosas como manifestación de su fe. Por
contraste se ira desgranando el fenómeno de la "anti-religión", que
hoy como ayer, bajo capa de nuevos movimientos religiosos encierran esquemas
poco asumibles. Como se ve el hecho religioso es múltiple y variado, incluso
cambiante, por lo que todas las
"religiones" se desglosan en
ramas colaterales, iglesias, tendencias, sectas, escuelas... que hacen del
hecho religioso un auténtico mosaico, pero un mosaico lleno de vida. Podríamos
perdernos en tal selva de creencias, dioses, doctrinas etc... Pero lo cierto es
que existe un hilo conductor, común a todas ellas. Este nexo de unión es lo que
denominamos: "El Hecho Religioso".
LA
ESTRUCTURA DEL HECHO RELIGIOSO:
Aunque las
religiones son muy numerosas todas ellas tienen algo en común que las define como
tales religiones y que las diferencia de otras manifestaciones, timos o sucedáneos.
Estos rasgos forman la estructura (elementos comunes y definitorios del Hecho
Religioso):
a) El ámbito de lo sagrado
b) La actitud religiosa
c) Las expresiones de la actitud religiosa
d) La manifestación de lo Sagrado
(hierofanias)
Partamos del hecho que no existe "La Religión"
(así en abstracto), sino solo existen "las religiones" históricas (o
respuestas del hombre a través del tiempo). En todas ellas hallamos unos elementos
comunes que es lo que llamamos "estructura de una religión". Nuestra intención
al abordar una descripción del fenómeno religioso se topa con la imposibilidad
de captarlo desde un solo ángulo por lo que hay que abordarlo desde varios
aspectos a la vez. Aspectos plurales que se complementan entre sí.
LO
SAGRADO COMO ORDEN Y ÁMBITO DE REALIDAD
Nos serviremos
del término clásico introducido por Otto: lo sagrado. Designa, para
nosotros, el ámbito en el que se inscriben
todos los elementos que componen el hecho religioso, el campo significativo al
que pertenecen todos ellos; lo sagrado significa el orden peculiar de realidad
en el que se inscriben aquellos elementos: Dios, hombre, actos, objetos, que
constituyen las múltiples manifestaciones del hecho religioso. Tal orden de realidad
no existe separado del hecho religioso como una parte del mismo, pero sin
referencia a ese orden de realidad ninguno de los elementos del hecho religioso
seria religioso. Aceptamos la afirmación de N. Soderblom, para quien la religión
no ha de comprenderse, en primer término, como ordo ad Deum, sino como ordo ad
sanctum, relación con lo sagrado. Una realidad persona, acto, objeto, etc. será,
pues, religiosa en la medida en que diga relación con lo sagrado, en la medida
en que pueda ser introducida en el orden de lo sagrado. La designación de lo
sagrado como ≪orden
de realidad≫
tiene consecuencias importantes para la comprensión de lo religioso y para la justificación
de su realidad y de su valor. Al hablar de ámbito o de orden de realidad
queremos significar en primer lugar, de forma negativa, que lo sagrado no es
una realidad determinada. Por eso no es definible ni en términos objetivos ni
en términos subjetivos, sino que abarca la realidad en su conjunto en un nivel
en el que se halla comprendida la relación más radical del hombre con la misma.
Anterior a la diferenciación sujeto-objeto, lo sagrado como orden de realidad
se manifiesta en aspectos tanto
subjetivos (disposiciones, intenciones,
actitudes y actos concretos) como objetivos (realidades naturales,
instituciones, obras del hombre, etc.). Pero el carácter totalizador que posee
como tal ámbito de realidad hace que en ningún caso se confunda ni con los
elementos subjetivos que suscita ni con los elementos objetivos en que se
expresa. Lo sagrado se hace presente en realidades objetivas, pero ninguna de
estas es lo sagrado o se confunde con ello. Lo sagrado tampoco se confunde con
una especie de sexto sentido o de nueva ≪facultad del alma≫, aunque se puede hablar de un ≪sentido de lo sagrado≫, que no es otra cosa que la apertura del
hombre a esa forma de ser de la realidad en su totalidad.
INTRODUCCIÓN
EN EL ÁMBITO DE LO SAGRADO
La comprensión
del ámbito de lo sagrado constituye la clave de la comprensión del hecho
religioso. El primer rasgo que caracteriza a cualquier manifestación religiosa
es la ruptura que establece en relación con la vida ≪ordinaria≫. El hombre religioso, como tal, se
comporta de forma diferente a como se comporta el resto de los hombres o a cómo
se comporta el mismo cuando no se comporta religiosamente. La introducción en
el ámbito de lo sagrado comporta lo que Mircea Eliade ha llamado, al
interpretar la estructura de la hierofanias, una ≪ruptura de nivel≫. Esta ruptura de nivel es la que da lugar
a la constitución de lo sagrado como un mundo especifico en relación con lo
profano. La oposición de lo sagrado a lo profano como primer elemento de la definición
de la religión fue introducido por E. Durkheim. En Las formas elementales de la
vida religiosa define esta oposición en términos inequívocos. ≪La división del mundo en dos dominios, que
comprenden el uno todo lo que es sagrado y el otro todo lo que es profano, es
el rasgo distintivo del pensamiento religioso≫. Para el, la diferencia que separa ambos
dominios es absoluta y no se puede comparar con el resto de las diferencias en
la existencia humana.
Lo sagrado se manifiesta, en primer término,
como una ruptura de la homogeneidad de la
realidad y de la existencia y la introducción
de ambas en un orden de ser diferente. Para
determinar la novedad del orden de lo
sagrado conviene precisar el alcance de ese ≪ordinaria≫ con que se califica la realidad o la vida
a que se opone lo sagrado. La vida ≪ordinaria≫ es la vida del hombre como ser
ultramundano. De ella forman parte, en primer lugar, las funciones biológicas que
le permiten subsistir como organismo; las actividades que le permiten
transformar el mundo y su forma de vivir en él; los esfuerzos por explicar su situación
y perfeccionarla, tanto para si como para los demás hombres. A ella pertenecen también
las actividades humanas de un nivel superior, por las que ordenan el resto de
sus acciones mundanas y les confiere un sentido integrable en el orden de las
realidades ultramundanas, intrahistóricas. La ruptura de nivel operada por lo
sagrado se refiere, en primer término, a la referencia del objeto o del sujeto
a que afecta a una realidad superior, con una superioridad no comparativa, sino
absoluta, en relación con la realidad mundana en todos sus momentos y aspectos.
La ruptura de nivel operada por la aparición de lo sagrado pone en contacto con
un supra y un prius, es decir, con un orden de realidad o de realidades
superiores no solo en el haber, sino en el ser en relación con el hombre, realidades
≪otras≫ no solo cuantitativa o cualitativa, sino también
estructuralmente en relación con la realidad del mundo y del hombre como ser
mundano.
LOS
SIGNOS DE LA RUPTURA DE NIVEL QUE COMPORTA LO SAGRADO
En su obra clásica
sobre lo sagrado resumió R. Otto la experiencia de lo luminoso en los términos
conocidos de mysterium tremendum et fascinans. El sentimiento evocado por ≪lo tremendo≫ se refiere, sin duda, a un estado de ánimo
que debe ser situado en la línea del miedo, pero que se distingue del simple
temor no solo por su intensidad, sino también cualitativamente. El temor tiene
siempre una causa determinada. Se teme algo concreto. El sentimiento de lo
tremendo, en cambio, es suscitado por una realidad de tal naturaleza que su aparición
parece hacer vacilar los fundamentos del propio ser y le hace al
hombre sentirse radicalmente inseguro. Lo
tremendo no amenaza en el hombre una zona de sus posesiones, sino los
fundamentos de su propio ser. La atracción fascinadora que ejerce lo numinoso
sobre el sujeto religioso contiene un primer aspecto que puede expresarse en términos
de asombro y de admiración. El sujeto religioso queda literalmente ≪maravillado≫ por su aparición. La ≪admiración≫ del hombre religioso supone en buena
medida un total ≪desconcierto≫ producido por el encuentro con algo que se sale por completo del
orden de lo habitual. Además la admiración del hombre religioso no lleva a la
problemática de la realidad que la
produce, sino a su reconociendo y a su invocación. La confianza en el Misterio,
que es otra expresión de este elemento fascinante de la experiencia del mismo,
se basa precisamente en el descubrimiento de que en el encuentra
fundamento la inseguridad de la propia condición.
Los ritos de iniciación constituyen una manifestación religiosa prácticamente
universal en la historia. Se suelen distinguir dos grandes formas de ritos de iniciación:
≪Los ritos de la pubertad, por los que los jóvenes
obtienen el acceso a lo sagrado, al conocimiento y a la sexualidad; en una
palabra, a la verdadera naturaleza humana≫, y las iniciaciones destinadas a conferir
a una persona una función especial en relación con lo sagrado. Eliade reduce a
ocho grandes temas de iniciación a partir del más simple y claro de todos: la separación
del neófito de la madre y la introducción del mismo en lo sagrado. Pero la iniciación
comporta una experiencia existencial y como tal apunta a una dimensión supra
cultural y supra histórica. La esencia de todos los ritos de iniciación
consiste fundamentalmente en el paso de la vida ≪natural≫ a una nueva vida procurada por la aparición
de lo sagrado y el contacto con ello. ≪La muerte representada en todo rito de iniciación
significa el fin del hombre natural [...] y el paso a una nueva forma de
existir, la de un ser nacido para el espíritu. Existe en las grandes religiones
una manifestación de la existencia religiosa que corresponde perfectamente a la
función de los ritos de iniciación en las religiones ≪primitivas≫. Nos referimos al fenómeno de la conversión
como primer paso del hombre hacia la existencia religiosa. Desde nuestro punto
de vista, la conversión consiste fundamentalmente en el paso de un modo de ser
a otro, determinado por la relación con una realidad de un orden diferente. La
conversión supone una crisis radical de la
forma anterior de existencia y produce una completa transformación, una total
renovado de la misma. La conversión procura una nueva visión de la realidad
que, sin transformar la explicación que de ella pueda tenerse en otros niveles,
le confiere una nueva dimensión y le hace aparecer a una luz distinta. Un rasgo
característico de toda conversión, que descubre la comprensión fenomenológica
de la misma independientemente de lo que sobre el puedan añadir las
consideraciones teológicas, es que esta es vivida como fruto de una acción
divina. ≪No es el hombre quien se convierte, sino
Dios quien le convierte, quien le dota de una vida nueva... La conversión es
esencialmente un renacimiento. Dios renueva la vida; el sustituye la vida
profana o impía por una vida santificada≫.
≪Tabú≫ es un término procedente del área
cultural de la Polinesia y que ha desempeñado un papel importante en etnología
y en la ciencia de las religiones. Según van der Leeuw, significa lo ≪expresamente nombrado≫, ≪separado≫. ≪Existe tabú cuando una cosa esta llena de
potencia y este hecho es constatado expresamente≫. Es decir, que el término indica la
presencia en una realidad de una potencia, al mismo tiempo que hace referencia
a la actitud correspondiente del hombre ante esa realidad. Esta actitud
corresponde de manera aproximada a nuestra prohibición. Pero esta prohibición
se basa fundamentalmente en el carácter peligroso de la realidad objeto de la
misma y designa una prohibición que tiene vigencia de manera incluso
inconsciente; es, además, propio del objeto tabú ≪contagiar≫ de forma ≪mecánica≫ su carácter de tabú a aquellas realidades
o personas con las que entra en contacto. Las acciones objeto de tabú pueden
ser muy variadas, y no todas pertenecen expresamente al ámbito religioso, pero
la inmensa mayoría de las mismas comportan alguna relación con la situación
ritual del individuo o se derivan de la falta de atención a las prescripciones
rituales y exigen, para la superación, una purificación de tipo ritual. Por eso
puede designar A. R. Radcliffe-Brown las acciones ≪tabú≫ como ≪prohibiciones rituales≫.
LA
REALIDAD DETERMINANTE DEL ÁMBITO DE LO
SAGRADO
Para una persona
formada religiosamente en el contexto de las grandes religiones proféticas (judaísmo,
cristianismo, islamismo), la cuestión parece tener una respuesta obvia. La realidad
determinante del mundo religioso es Dios y, más concretamente, el Dios propio
de cada una de ellas. Sagrado es en estas religiones lo que dice relación a ese
Dios. Es persona religiosa o sagrada la que mantiene una relación con él; son
acciones religiosas las que le están directamente dirigidas; libros sagrados,
los que contienen su revelación a los hombres; cosas sagradas, las que están
reservadas al culto que se le rinde, etc. Para estas religiones, Dios es la
palabra y la realidad clave, la que determina el carácter sagrado de todo lo que
de alguna manera lo es. Caben religiones en las que Dios no ocupa ese lugar determinante.
Así, pues, si se quiere comprender no ya una forma religiosa determinada, sino
el mundo de lo sagrado en el que todas ellas florecen, habrá que preguntarse cuál
es la realidad que lo determina y que hace sagradas o religiosas a todas las
formas concretas y a los múltiples aspectos que estas pueden poseer.
EL
MISTERIO, REALIDAD DETERMINANTE DEL ÁMBITO DE LO SAGRADO
EL
MISTERIO EN R. OTTO
R. Otto
establece su análisis del Misterio desde una perspectiva preferentemente psicológica,
analizando ≪la
tonalidad afectiva≫, ≪el eco subjetivo≫ que su aparición provoca en el hombre. La descripción de lo
sagrado y la presencia en ella del Misterio ha suscitado también importantes críticas
que llevan a algunos a considerar actualmente la descripción de R. Otto como totalmente
superada. Las críticas se refieren sobre todo a tres puntos: el psicologismo de
la postura de R. Otto, el carácter impersonal que lo luminoso tiene en su descripción
y la insistencia en el aspecto de tremendo que presenta para el sujeto
religioso. El primer punto de esta crítica no puede sostenerse más que si se
ignoran las precisiones que R. Otto mismo ha dado en obras posteriores sobre el
alcance objetivo de verdadera relación cognoscitiva con lo real que posee el ≪sensus numinis≫ descrito por él. Cabe, ciertamente,
criticar la insistencia en el aspecto irracional de esta vivencia fundamental,
y también es discutible si ese sensus tiene como objeto lo sagrado o es más
bien una ≪experiencia
≫, en un sentido más amplio que el de
simple vivencia, de lo divino, ≪experiencia≫ en la que el sujeto tendría el primer modo de acceso al orden de
lo santo. En cuanto al carácter impersonal expresado en el neutro de ≪lo luminoso≫, empleado siempre por Otto para designar
el Misterio, creemos que W. Baetke tiene razón cuando escribe que ≪el primitivo percibe realidades y fuerzas,
tanto sobrenaturales como naturales, solo en la medida en que actúan sobre él y
el entra en una relación personal con ellas, con lo que esas fuerzas adquieren así
carácter de alguna manera personal para él; esto es siempre lo primero, mientras
que un ser divino neutro es una abstracción filosófica≫. Pero, entendida la personalidad en los términos
en que lo hace Baetke, tal vez el Misterio a que se refiere R. Otto pueda ser llamado
también realidad personal. Por último, en cuanto a la excesiva insistencia en
el aspecto tremendo de lo luminoso, Baetke tiene razón al mitigarla precisando
que lo sagrado no se caracteriza por el sentimiento del terror (Furcht), sino por
el de profundo respeto (Ehrfurcht). Pero tal vez su precisión no esté muy lejos
del pensamiento de Otto, que considera lo fascinante como un aspecto
indisolublemente ligado al de tremendo de lo sagrado, de forma que este último puede menos de quedar matizado por el primero.
El intento de interpretación de lo sagrado que nosotros proponemos a continuación
difiere del de R. Otto sobre todo en el punto de vista que adoptamos. Para
nosotros, lo sagrado no se identifica con lo luminoso, de lo que el Misterio sería
un elemento. Lo sagrado no es el objeto de la actitud religiosa. Lo sagrado es,
como hemos intentado mostrar, el ámbito, el mundo en el que se inscriben tanto
el sujeto religioso como su actitud, y el término de la misma. Lo luminoso, lo divino
o, como nosotros preferimos decir en adelante, el Misterio, es el elemento
central de ese ámbito. Aquel que lo constituye, lo estructura y le da la significación
que posee. El Misterio no es, pues, una forma primitiva de Dios de la que por evolución
se deriven las que históricamente conocemos. Pero tampoco es el Dios o los
dioses de las religiones concretas que conocemos. El Misterio es lo que tienen
de común todas las formas de divinidad, es decir, todas las configuraciones que
el sujeto ha dado de lo que es el término de su actitud religiosa. El Misterio es
el nombre de la divinidad en el que todas las formas de la misma coinciden y,
por tanto, aquel en el que se reconoceran todos los sujetos religiosos; aquel
que resume y explica la nueva forma de ser que reciben los objetos afectados
por lo sagrado. Es, en una palabra, el eje, el centro, la raíz de este ámbito
de lo sagrado en el que estamos intentando introducirnos.
EL
MISTERIO COMO TRASCENDENCIA
El significado
del Misterio no se agota en la constatación del carácter no experimental de la
realidad que designa. Existen muchas realidades no ≪experimentales≫, como la interioridad del otro sujeto,
que el sujeto religioso no designara con el mismo término de misterio o que, en
todo caso, no confundirá con él. El significado del término misterio no se
agota en el carácter oculto de la realidad a que se refiere. Frecuentemente
utilizamos también el término misterio para designar lo desconocido. Tampoco
este significado agota el contenido del Misterio al que se refiere el hombre religioso.
Tampoco reconocerá un hombre religioso el Misterio de que vive en el sentido de
una verdad incomprensible para la razón humana porque esta no sea capaz de
descubrirla o porque, una vez comunicada, no pueda abarcar su significado ni
comprenderla. Lo propio del Misterio es designar una realidad de la que el
hombre no puede hacerse cargo en absoluto. Y eso quiere expresar la larga tradición
religiosa que se conoce como teología negativa cuando habla de Dios como del ≪superincognoscible ≫. Con el término de Misterio el sujeto religioso
se refiere a una realidad que en todos los aspectos, en todos los órdenes y
bajo todos los puntos de vista es superior al hombre y a su mundo, y superior
no en un sentido relativo que admita comparación con ellos, sino en un sentido
absoluto que excluye todo punto de comparación. Para designar la absoluta
superioridad, la que no admite comparación posible, el mejor medio es el de la
absoluta diferencia. Por eso, para designar el Misterio es tan frecuente en las
tradiciones religiosas el término de ≪totalmente otro≫.
Existen 4 caminos para evocar la realidad
designada por el término Misterio:
·
El misterio como totalmente otro
·
El misterio como realidad ontológicamente
suprema
·
El misterio y su absoluta superioridad axiológica.
·
El misterio como santidad augusta
Los cuatro rasgos constituyen el primer
aspecto del Misterio, es decir, de esa realidad cuya
presencia determina el orden de lo sagrado
y que es configurado posteriormente en las distintas formas de representación
de lo divino. Pero, en realidad, los cuatro aspectos del Misterio que hemos
enunciado no agotan su ≪naturaleza≫ en cuanto realidad determinante del ámbito de lo sagrado. Todos
ellos expresan y matizan la trascendencia del mismo, pero el Misterio religioso
no se define tan solo por su trascendencia. La experiencia religiosa lo
descubre como una trascendencia activa, como un Misterio que interpela o, con
un término que el hombre religioso emplea con frecuencia, como un Dios vivo. Así
pues, para comprender —en el sentido fenomenológico del término— el significado
del Misterio religioso deberemos referirnos también a este nuevo aspecto. El
Misterio como trascendencia activa Los dos aspectos más importantes comunes a
todas las configuraciones religiosas de la divinidad en los que se manifiesta
de forma particularmente clara el carácter activo del Misterio. El Dios del
destino y la idea de Providencia. La Providencia que, antes de ser un atributo de
Dios en las religiones que poseen una idea de la divinidad muy elaborada
racionalmente, constituye, según Ed. O. James, una de las primeras
representaciones de la divinidad. La providencia en el sentido de fuente
trascendente de bienes para la existencia, con la cual es posible la comunión
de manera que la vida pueda ser sostenida y renovada constantemente por ella.
Para responder a las condiciones de la religión, la noción de Dios providencia
debe ser ≪la afirmación
de una realidad sobrenatural capaz de responder a las necesidades humanas,
fundamento objetivo y rector del universo, fuente personal, conservador del
valor, norma suprema de conducta y objeto de adoración, guía del hombre desde
la cuna a la sepultura y esperanza de inmortalidad≫ Representación personal del Misterio. El
hecho de que pueda hablarse de representación personal del Misterio sin que sea
necesario que esa representación aparezca como espiritual nos indica que lo
esencial en la representación no es la atribución a la realidad representada de
las propiedades ≪espirituales≫ características de la persona humana. Lo esencial en ella es la
cualidad de la relación que se establece entre la realidad representada y el
hombre. Resumiendo, el Misterio, es decir, lo divino ha aparecido como la
realidad totalmente otra en relación con todo lo mundano, absolutamente
superior al hombre en su ser, su valor y su dignidad, que le concierne
incondicionalmente y exige de el una respuesta activa y personal.
LA ACTITUD RELIGIOSA
Para que exista religión
no basta con que el Misterio aparezca en la vida del hombre sino que exige una
respuesta (precisa y concreta). No hay, pues que confundir religión con temor, acción
presa del pánico, huida de la realidad... ya que estas reacciones se decantan
hacia el olvido, el desánimo, el acomplejamiento que son reacciones incapaces
de llenar el horizonte ilimitado del luminoso.
RASGOS
DE LA ACTITUD RELIGIOSA:
El reconocimiento del misterio. Es un
"descentrarse" (del centro del hombre al centro del Misterio) pero en
el que el hombre no debe abdicar nunca de su condición de hombre, de ser libre
y autónomo. Si renunciara a ello la experiencia seria destructiva (que es lo
que caracteriza a numerosos sectas-destructivas o en la actualidad). La religión
vocea que el ser humano no es incompatible con el reconocimiento de un Dios
superior a él y que el hombre como ser libre no muere en relación con la
divinidad. La búsqueda de la propia salvación. El reconocimiento del Misterio
comporta un nuevo aspecto: no supone una pasiva renuncia al ejercicio de las posibilidades
humanas sino todo lo contrario. Exige la puesta en marcha de todas las posibilidades
humanas como único medio de vislumbrar el "más allá" de sí mismo, que
se anuncia con la aparición del misterio. Exige superar las limitaciones (las
fronteras finitas) hacia la infinitud. La actitud religiosa no es una barrera
que encierra el hombre sino una ruptura de todas las barreras que supone el carácter
finito del mundo. Es hacer viable el ansia de infinitud que toda persona humana
lleva impresa en su interior. Así, pues, la actitud religiosa es una
"actitud salvífica", un "evangelion" (una buena noticia),
una experiencia que da color y sabor a toda la existencia humana ("como el
mar inmenso, esta todo el penetrado de un solo sabor, el sabor de la sal, así
este sistema esta penetrado de un solo sabor, el sabor de la sal".- Buda)
ACTITUDES
NO RELIGIOSAS
Salta a la vista
que la religión se distingue de dos fenómenos aparentemente parecidos a ella,
pero radicalmente distintos: la Idolatría y la magia. La idolatría: Consiste en
tomar por absolutas realidades de nuestro mundo, cosas que no son
sobrenaturales. Son los ídolos. Ni decir tiene que en las auténticas
religiones, el Misterio Ultimo es, como hemos dicho, una realidad sobrenatural.
La magia: Es una técnica para dominar lo oculto, lo que de primeras escapa
"al poder" de la mano del hombre. La magia pretende ser un poder para
orientar las fuerzas ocultas según la voluntad del que la práctica. A veces las
prácticas religiosas pueden parecer practicas mágicas, o pueden ser tomadas así
por algunos, pero en estos casos no estamos ante una religión autentica o ante
una experiencia religiosa autentica. La religión no somete al Absoluto al
hombre sino lo contrario.
Relaciones entre Magia y Religión.
G.Widengren opina que "Religión y magia subsisten una al lado de la otra
como dos reacciones psíquicas diametralmente opuestas. En la religión, el
hombre percibe su dependencia del poder determinante del destino en la
existencia; en la magia, piensa ser el mismo ese poder o al menos poderlo
controlar..." Dos principios distintos inspiran, pues, la magia y la religión.
Ello explica la hostilidad que ha existido desde siempre entre magos y
sacerdotes. Frazer considera que en un primer momento el hombre se servía tanto
de conjuros y encantamientos como de oraciones y sacrificios para conseguir sus
propósitos. Practicaba, pues, simultáneamente ritos religiosos y mágicos. Esta
mezcla de magia y religión todavía se encuentra en muchos lugares de la propia Europa.
Entre la gente sencilla y de baja formación religiosa se cree todavía que los
sacerdotes por el mero hecho de serlo tienen poderes especiales. Existen muchas
"devociones populares" que creen que algunos santuarios o culto a las
imágenes tienen tal eficacia que Dios se ve obligado a otorgar lo que se le
pide. La magia se mezcló con la religión desde antiguo, siendo una fuente de
confusionismos. Parece ser que los estudiosos de estas manifestaciones opinan que
la magia es más antigua que la religión. Obedece a un mundo de ideas más
primitivo. La religión, en cambio, tiene como referente la acción de seres
superiores al hombre. Concepción, por tanto, mucho más compleja. Por ello mientras
que las prácticas de la magia son muy similares en todas partes, las creencias
religiosas difieren enormemente, no solo en distintos pueblos, sino también en
las distintas épocas de un mismo pueblo. "Es característico de la magia
que se presente con formas exteriores tomadas de la religión, sigue opinando
Widengren. Muchas veces puede ser muy difícil constatar si la actitud de una
persona es mágica o religiosa. Es también significativo lo difícil que es a
menudo trazar los límites entre oración y conjuro. En el fondo, la diferencia
es completamente clara: la oración es dirigirse a la divinidad en cuanto
determinante del destino; el conjuro es una formula mágica en la que el hombre
da expresión a su propio deseo de ser el mismo el señor del destino."
LA
EXPERIENCIA RELIGIOSA
CARACTERÍSTICAS BÁSICAS:
La religión ha
estado siempre presente en la historia del hombre de todas las culturas y de
todas las épocas. Es lógico, pues, que haya suscitado curiosidad y que los filósofos
se hayan preguntado sobre ella. .Por que aparece la religión? .Que papel desempeña
en la vida del hombre? Intentemos expresar aquí algunos conceptos característicos
de toda experiencia religiosa. No es filosofía: La experiencia religiosa no es simple conocimiento,
como la experiencia científica, por ejemplo. Más bien, es todo lo contrario. El
hombre religioso se siente sumergido en un misterio, y parte del supuesto de
que la razón última de lo que existe escapa de su inteligencia. Su reflexión
racional le lleva a demostrar no que su creencia en Dios es demostrable
racionalmente sino que su creencia es razonable (o sea que no repugna a la razón).
No es ética: La experiencia religiosa no es simple experiencia del deber moral.
Aunque la vivencia de la religión lleva consigo un determinado comportamiento
moral, el hombre auténticamente religioso se siente llamado a el porque se le
presenta como la realización plena de sí mismo, como el camino hacia su fin último
y no como imperativo impuesto por la divinidad. La fuerza ética de la religión
no procede del imperativo del deber, sino del anhelo del hombre por lograr el
fin para el cual existe. No es psicología: La experiencia religiosa no es
simple proyección del "yo-ideal", motivada por un rechazo de la
propia finitud. Como es lógico, al emplear el lenguaje humano y la mente
humana, el hombre tiende a "representar" lo sagrado con categorías
humanas, pero el hombre auténticamente religioso sabe que no es definible ni
abarcable y que cualquier
"representación"
suya debe relativizarse. La experiencia religiosa asume, precisamente, la finitud
humana y así la proclama. No es política: La experiencia religiosa no es simple
sumisión a una determinada estructura social. Es evidente que el fenómeno
religioso es un fenómeno social. La religión se vive en el interior de un grupo
humano y el tipo de relaciones que establece entre las personas y los valores
que propugna influyen en la sociedad. Y viceversa.: las transformaciones
sociales influyen en el fenómeno religioso. Pero la experiencia religiosa no
brota de la sociedad sino del Misterio Ultimo. Por eso se transforma muchas
veces en critica a la sociedad. A lo largo de la historia ha habido hombres
que, en nombre de su experiencia religiosa, han denunciado la injusticia y la opresión
de un determinado sistema e, incluso, han llegado a romper con la misma
sociedad. Baste citar a los profetas tanto de antaño como actuales.
Las
expresiones de la actitud religiosa:
La experiencia
religiosa se vive y se expresa a través de palabras, gestos, acciones,
comportamientos... Vamos a analizar los
elementos más típicos de la expresión religiosa. Hemos de advertir que todos
ellos son "expresiones simbólicas" y, por lo tanto, si queremos
entenderlos, no debemos quedarnos en ellos mismos, sino que debemos mirar hacia
la realidad que simbolizan.
EL
MITO:
El mito
religioso es un relato, generalmente dramático, situado en un pasado remoto,
que tiene como finalidad explicar por qué y el para que de lo que existe,
referido al Misterio Ultimo. Hay mitos de muy diversas clases: Los hay que se
refieren a los orígenes de los dioses (teogonías) o del universo (cosmogonías):
otros son explicaciones de ciertos aspectos de la creación (mitos cosmogónicos)
o del hombre (mitos antropológicos) o del fin del mundo (mitos escatológicos),
etc... Los mitos teístas, (por ejemplo, los mitos de creación y cosmogonías),
tienen a la divinidad por objeto y expresan las relaciones fundamentales entre
Dios, creador de todo bien, y el hombre, que sabe que el mundo pertenece a
Otro. Los mitos de la condición humana, (por ejemplo, la guerra, la técnica, el
conocimiento superior, la caída: drama de la creación, el tema adánico de la desviación
humana, representado en la mujer como lado débil del hombre, y la serpiente, símbolo
de las diversas concupiscencias y del aspecto deforme de la culpa), describen
la condición del hombre en sus funciones superiores, lo que le distingue del
cosmos natural.
El mito órfico, centrado en la migración
de las almas y en su reencarnación indefinida en
los cuerpos, que son cárceles del alma... Todos
ellos tienen como función explicar el sentido de lo que el hombre encuentra en
su existencia. Si nos quedamos solo en el relato literario (la letra del mito),
descubriremos que es una ficción, lo que se nos narra es un acontecimiento que
no ha ocurrido así o simplemente se ha inventado de planta. Pero si atendemos
al significado del mito, vemos que el mito es real, describe la realidad de la
vida del hombre y proclama la verdad de esa realidad. Por eso el mito es un
relato en el que el hombre religioso se identifica siempre. En el ve reflejada
su propia existencia y la entiende así, llena de sentido. El mito es el arquetipo
de la existencia.
EL
RITO
Como hemos dicho
antes, el hombre religioso se identifica con el arquetipo de su existencia, reflejado
en el mito. Esa identificación no se produce solo de forma subjetiva, sino que
se expresa, se exterioriza mediante una serie de acciones y gestos. Son los
ritos. En las religiones, mito y rito aparecen íntimamente ligados. El mito es
la palabra sagrada y el rito la acción que la hace presente aquí y ahora. O
bien, al revés, el rito es la acción sagrada y el mito la palabra que la
explica y la motiva. ritos de conjuro para alejar peligros o evitar danos (el
ruido, el soplo, la saliva, el fuego, el agua y otros gestos) o
ritos de tránsito, que garantizan el éxito
futuro de los momentos de transición de que se compone la vida natural (el
nacimiento, la pubertad, el matrimonio, la muerte); o
ritos de sacrificio, introduce en el ámbito
de lo sagrado una realidad profana (la "victima") para consagrarla y
que, al ponerse del lado de la divinidad, queda separada de sus usos profanos,
con lo que queda asegurada la expiación y la comunión. El mito expresa en
palabras el mundo de lo trascendente y el rito la hace presente. Así, por el
rito, el hombre transporta la propia acción y, en suma, la propia vida al nivel
de lo sobrenatural. El hombre religioso cree en la "eficacia de los ritos",
no porque se trate de una acción mágica, sino porque son el lugar de encuentro
con lo trascendente y en definitiva, con el auténtico sentido de la existencia.
LA
ORACION
La oración es la
palabra por la que el hombre religioso eleva su mente, su corazón y todo su ser
hacia el Misterio Ultimo en una alabanza, una súplica e incluso, a veces, en
una queja. La oración es, probablemente, la expresión religiosa más típica y más
auténtica. Es el reconocimiento más patente de que toda la existencia está
referida al Misterio Ultimo. La oración brota de un sentimiento de dependencia,
pero en todas las religiones su lenguaje es más próximo al amor y a la poesía
que al temor. Cuando hacemos un recorrido por todas las formas de oración que
nos ofrecen las distintas religiones, vemos que el hombre religioso vive una
serena confianza y una gran paz ante la divinidad. Hemos de distinguir entre oración
y "conjuro". El conjuro es una formula mágica, uno de los componentes
imprescindibles en la técnica de la magia. La recitación del conjuro tiene como
finalidad producir un efecto sobrenatural. A veces hay personas que hacen un
uso mágico de la oración recitando sus fórmulas para conseguir "automáticamente"
algo, pero está claro que no se trata aquí de una práctica religiosa. No es ese
el sentido auténtico de la oración, ni siquiera en las
religiones primitivas.
LAS
LEYES DE PUREZA
Otro de los
elementos que nos encontramos en todas las religiones es el conjunto de leyes de
prohibición de "lo impuro" y de adquisición de la pureza. Veamos su
sentido. a) El "tabú" y la impureza: "Lo que -con la palabra
indonesia adoptada por los etnólogos- se llama ‘tabú’ es precisamente esa condición
de los objetos, de las acciones o de las personas
‘aisladas’, ‘prohibidas’ por el peligro
que su contacto lleva consigo. En general es o se convierte en tabú todo
objeto, acción o persona que aparezca poseída por la fuerza de naturaleza más o
menos incierta" (Mircea Eliade) b. Mediante el tabú se pretende evitar ser
contagiado o poseído por esa fuerza de naturaleza incierta. Se elude el
contacto con situaciones objetos o personas que la tengan: se aísla a los
muertos, a los enfermos, a la mujer en menstruación, a determinados animales,
al sexo, a determinadas zonas geográficas..., son tabú. c. La persona que no
observa el tabú (la prohibición) se convierte en impura. El hombre impuro es
aislado a su vez. Pierde su capacidad de relación, incluso con el Misterio
Ultimo, ya que lo divino es sobrenaturalmente puro, incontaminado,
inmutable, santo. b) Las leyes de pureza y
la moral: Paralelamente al ‘tabú’, encontramos en las religiones una serie de
leyes para obtener la pureza requerida en el hombre. Tienen una doble finalidad:
Establecer el orden perturbado por la trasgresión del tabú Hacer al hombre
capaz de relación con el Misterio Ultimo. Podemos decir que todas las normas
morales de las religiones tienen aquí su justificación. Incluso las normas de relación
con el prójimo encuentran su explicación última en la necesidad de presentarse
puro ante la divinidad. Hay que acomodar la propia persona a la ‘santidad’ del
Misterio Ultimo para poder relacionarse con ‘el’, para alcanzar la plenitud de
la propia existencia. En el fondo, todo se reduce, como dice el libro del Levítico,
a un solo precepto: ‘Sed santos, porque yo, Yawe, vuestro Dios, soy Santo’
(Lv.19, 2)"
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